2.019

¿Cómo hablar de la enfermedad más común del ser humano, la que pasa por ser nuestra naturaleza y especial identidad frente al resto de los animales, el síndrome de “la falsa dualidad alma / cuerpo”?

Casanova me llamo… los Casanova oscilamos entre ciénaga y espejo.

Desde la idiosincrática visión de quien aprende a caminar en la calle, os lo puedo contar, porque, yo soy, digamos, esa atleta que no sabe caminar...

¿Merced al ictus en el febrero de 1.992 me es posible sumergirme en lo inefable…?

¿Merced a mis gloriosos paseos en silla de ruedas por el amor y la muerte durante casi ya la mitad de mi vida…?

Merced a “mis antenas vueltas hacia lo invisible”, (tal como A. Artaud describe el cerebro reparado), puedo hablar de ello, mejor dicho, balbucear. Merced a mi obligada reconstrucción de los biorritmos todos – la bipedestación se erige como símbolo del conjunto. Puesto que aprender, muy lentamente volver a aprender, todos los humanos gestos (caminar, comer, dormir… escribir, dibujar), supone conocer la parodia de las humanas actitudes -ritmo eres tú. Implica, en definitiva, padecer con creces el papel dominador/controlador de la sacrosanta rutina cotidiana.

La rutina cotidiana es la mayor fuerza entrópica posible. Ni cuenta nos damos ya de que hemos asimilado trabajo a prisa. Trabajo no es, por cierto, la ocupación que dignifica a las personas. El así llamado “secuestro laboral”, como para el guardia urbano que sin cesar gesticula: “¡circulen, circulen, circulen!”, consiste en prisa, a tiempo completo, prisa. Trabajando aguantamos con muy vehemente docilidad, horas y horas, loquesea, diciéndonos que éstas son horas emocionalmente muertas, compensadas con valor de cambio, esto es, dinero. Somos, sí, monedas vivientes. Con el agravante de que no hay presente ni reposo en nuestra semana sino muy programada celeridad.

Verlas venir y dejarlas pasar, podría llamarse esta historia.

¡Qué claustrofobia la de la calle! ¿Cómo voy yo a oficiar otra vez de discapacitada, si la discapacidad es ubicua, constante, polimórfica…? No hay, por supuesto, inteligencia alguna en lo (hiper)real del capitalismo avanzado sino colectiva confabulación, masivo embrutecimiento.

Así que os muestro los emblemas de mi paisaje interior, nunca mejor dicho, paisaje en ruinas, paisaje después de la batalla, etc. Mis muy sentimentales alegorías sobre esa pánica prisa llamada trabajo.

Barcelona, mayo de 2019.

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