Cuando traducir todavía me era útil...

… me parece recordar que hice muchas traducciones… muchas. muchas… No sólo para ganarme la vida, sino por auténticos motivos ideológicos. La así llamada Hermenéutica era la religión filosófica del tiempo. Creíamos todos en la interpretación, en la bondad del acto de verter lo cifrado en lengua extraña, en nuestra lengua.

Casi éramos felices: poseyendo el copyright de la propia lengua, paseábamos con toda tranquilidad por el cielo… era nuestro delicioso y más que bien labrado jardín. Yo misma planté significativa semilla. Hice, me parece recordar entre brumas… una traducción gloriosa… bien podéis oír de nuevo la vieja canción…

FRIEDRICH D.E. SCHLEIRMACHER, Monólogos, (Anthropos, 1.991).
Este escrito de Schleiermacher se convirtió desde su aparición en 1.800, en el manifiesto de los intelectuales y artistas que se aglutinaban bajo el incipiente movimiento Sturm und Drang. Su definición del sentimiento individual como falta constitutiva a toda conciencia de sí mismo, falta que sólo es conciencia por su abertura a todo lo que le es, exterior, se inscribe en una tradición que podría considerarse herética respecto del curso oficial de la metafísica: la razón extrañamente intersubjetiva de la conversación con uno mismo, desplaza el criterio de la verdad, por el criterio de la vida. Convierte cada acto de comprensión en construcción estética; compromete esa gran y controvertida conversación con la amalgama de almas llamada pasado, en una voluntad experimental que ya no se mide con criterios objetivos sino dialógicos.
La contribución decisiva de Schleiermacher a la Hermenéutica moderna propone bajo el modo literario, una idea del individuo como expresión, contemporánea a la afirmación polémica del pensamiento, que siempre es una búsqueda de una individualidad otra, estructura interpretativa del ser.
(...) El enigma es un múltiplo menos uno de la cifra del logos... porque la vida interior se construye sobre el combate de sentimientos opuestos –placer, dolor-, interdependientes, no obstante, como los polos de un imán... El ser que puede ser comprendido es el lenguaje... ¿Gramática invertida o verdad de la conciencia transformista…? Veamos, la verdad como dispositivo para dinamitar el contenido de mentira de toda verdad:
a) la afirmación de la estructura interpretativa del ser en el nihilismo nietzscheano –el mundo ha devenido fábula; liquidación de la noción de Bildung, capital del idealismo historicista; el superhombre como sujeto escindido en muchas almas mortales, pura fuerza del metaforizar.
b) La circularidad típica de los procesos interpretativos, tan cara a Heidegger (Sein und Zeit).
c) La noción de experiencia de la verdad en Gadamer, como diálogo que transforma y transciende a los jugadores.
d) La crítica literaria de Walter Benjamín, tratando de hacer percibir la sinfonía cultural que la obra inscribe.
e) La tesis de la identidad entre ser y lenguaje en Barthes, Lacan o Derrida, derivada de Mallarmé, en la que una huella recuerda la nostalgia residual de un inexistente origen.
f) La subversión de la práctica del comentario en Foucault por archivos de fragmentos simultáneos y/o contiguos.
g) La reivindicación en Deleuze del simulacro como copia que no padece añoranza alguna de la semejanza... la manifestación propia del sentido es la paradoja como efecto en la superficie del lenguaje...
h) El pensamiento de la ausencia del ser, en M. Blanchot, que no pregunta quién interpreta, porque sólo la pasión neutra vincula autor y lector; comunidad inencontrable, y sin embargo, mímica viviente que se alcanza a oír en el silencio.
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