(…) El ser que puede ser comprendido es el lenguaje (…).
Eso afirmaba el sumo sacerdote. Os lo puedo confirmar al pie de la letra, porque traduje obedientemente la prescripción de la época: H.-G. GADAMER, Elogio de la teoría (Península, 1.993).
(Sin embargo, mi corazón disentía secretamente de esta seria, muy seria comedia… Y aunque estaba lejos aún de las parodias, tecnicismos verbales, que son mi pasión y devoción, ya me iba pareciendo a mí que el saber filosófico tenía más de arte que de conocimiento…
Y con franqueza, de toda esta época, destacaría tan sólo dos importantísimas enseñanzas de M. Foucault. Las transcribo a continuación tal como las recuerdo, habida cuenta de que soy incapaz de precisar de dónde proceden:
1) Yo creo que es posible utilizar FICCIONES en el interior de la verdad.
2) El ESPACIO es a la FICCIÓN lo que la proposición negativa es a la razón analítica.
-¡Ajá!-, pensó la resabiada gata que yo era, -¡En el principio, la ilusión cromática.!
Pero la gatita debía practicar y practicar el arte de la libre caída… prestar oído a sus impertinentes y muy orgullosos resabios…)