…y la resabiada gatita seguía homenajeando la religión de la época, sin detenerse a pensar sus corazonadas. También tradujo a este bienintencionado filósofo francés…
A. GLUCKSMANN, El undécimo mandamiento,
(Península 1.993)… Según este señor, lo que deberíamos hacer en nuestro infernal siglo XX –entonces aún confiaba yo el tiempo a los dígitos romanos…-, sería añadir un mandamiento más a las tablas divinas. Un mandamiento que nos obligara a tomar conciencia moral del mal.
(¡Éste es el cuento de nunca acabar!-, exclamé yo para mis adentros.
-¡Moral a la moral!-. Y empece a soñar… a soñar la MODALIZACIÓN que ahora os ofrezco: un cambio rítmico que crea la iluisón de traslado modal.
En el principio, la ilusión cromática- me repetía yo hipnóticamente… ignorante todavía de que la clave modal para construir un nuevo dramatismo yacía en el sacrificio de mi propia vida. Una nueva intersubjetividad; una nueva intimidad, repetían al unísono las voces y las voluntades hermenéuticas…
Sí, pues el coro desafinaba…)